60 años de radares de la DGT en España, así han cambiado y así nos multan en 2025

El primer radar de la DGT empezó a funcionar en España en 1968. Era muy grande y difícil de usar, pero abrió el camino a una tecnología ahora imprescindible.
La Dirección General de Tráfico (DGT) lleva 60 años utilizando radares para vigilar los excesos de velocidad. La cuenta regresiva nos lleva a 1964 cuando comenzaron pruebas con el primer radar de velocidad de España.
Ese año, el Anuario Estadístico de Accidentes registró casi 83.000 víctimas (3.803 fallecidos) resultado de un total de 79.494 accidentes de tráfico. Ese mismo informe revelaba que en el 31,63% de los casos, había indicios de que el vehículo siniestrado mantenía una "velocidad peligrosa" en el momento de la tragedia. Hoy, el último balance de siniestralidad presentado por Tráfico indica que en 2023 se registraron 101.306 accidentes, en los que 1.806 personas perdieron la vida.
Ojo, eso no significa que con anterioridad los conductores tuvieran libre para pisar el acelerador a su antojo. Los límites de velocidad en España datan de 1934, pero entonces solo se aplicaban a vehículos de carga que no podían pasar de 80 km/h. Fue durante la dictadura franquista, concretamente en 1974, cuando las restricciones se extendieron a todo tipo de vehículos.
No fue entonces por cuestiones de seguridad, sino de ahorro (el mundo entero sufría las consecuencias de la crisis del petróleo). Para reducir el gasto de combustible se prohibió circular a más de 130 km/h por autopistas; un límite que se mantuvo dos años hasta que, Arias Navarro, lo bajó a 100 km/h.

A ver quién corre más...
Nos plantamos entonces en 1976 cuando pasar de 100 km/h en autopistas se considera infracción. La Guardia Civil no tiene radares para calcular a qué velocidad circula cada vehículo, luego la pregunta es: ¿cómo saben a quién deben multar?
La respuesta puede resultar cómica, pero es real. "A falta de radares, los agentes de Tráfico de la Guardia Civil se veían obligados a correr tanto como los infractores para tomar como referencia su propia velocidad y efectuar la denuncia", explican desde la DGT. Como ayuda electrónica contaban con un velocímetro colocado en el faro derecho y una cámara fotográfica.
1968. Los primeros radares de la DGT
Recuerdan en la DGT que fue en 1964 cuando los españoles escucharon hablar por primera vez del cinemómetro. Fue la revista Blanco y Negro la que se hizo eco de la llegada a nuestro país de un "aparato que registra el número de vehículos que pasan por un determinado lugar y al mismo tiempo señala la velocidad que llevan". "Si alguno de los automóviles va a velocidad superior a la permitida por el Código de Circulación, el cinemómetro transmite por radio al próximo puesto de la Policía de Tráfico las características del vehículo infractor", explicaba la revista.
Cuatro años después (1968), la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil recibió su primer radar. Su funcionamiento no era muy diferente al de los actuales: a través de microondas de radio era capaz de determinar la velocidad a la que circulaba un vehículo, mientras que con una cámara fotográfica aportaba la imagen del vehículo infractor.
FOTO
Era una cámara de carrete, por lo que los agentes tenían que tener cuidado de no velar la imagen. El conductor recibía de este modo una notificación de sanción en la que se indicaba la velocidad a la que circulaba, la fecha de la infracción y una fotografía del momento.
El primer radar de tráfico aportaba muchas ventajas, pero también inconvenientes. El primero era su tamaño. Eran equipos grandes y pesados que los agentes transportaban en el maletero de sus Renault 109 y Seat 124. Además solo funcionaban colocados en una superficie completamente llanas, por lo que pasaban jornadas enteras en un mismo lugar.
1980-1994. Los mini radares
Durante los primeros años los radares funcionaron solo en Madrid y Barcelona, después dieron el salto a los 10 sectores de tráfico que controlaba la DGT.
Además de su expansión por toda la geografía española, durante la década de los 70 la tecnología mejoró notablemente. A finales de los 80 ya eran capaces de discriminar vehículos en distintos sentidos de la circulación y podían usarse tanto con el coche parado como en movimiento. Y lo mejor fue que su tamaño se redujo notablemente.
En este sentido, uno de los grandes cambios llegó en 1994 con la presentación de los llamados mini radares. Eran más efectivos porque en lugar de microondas empleaban ondas de radio y láseres infrarrojos para medir la velocidad; y eran mucho más pequeños, por lo que se podían camuflar en los vehículos de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil sin que los conductores se percataran de su presencia.
2000. Llegan los radares autónomos y los fijos
Con el nuevo siglo, el tema de medir la velocidad en carretera experimentó un giro importante. Las cámaras de revelado manual habían dado paso a las digitales, todo un alivio para los agentes que podían comprobar in situ la calidad de la imagen e iniciar la tramitación informática de las denuncias.
En 1999 la DGT inició pruebas con un nuevo tipo de radar autónomo. Se llamó así porque contaba con una batería propia que le permitía funcionar sin necesidad de estar enganchado al vehículo. Se sujetaba sobre un trípode y se colocaba a pie de carretera, con lo que además era un plus de seguridad para los agentes.

Estos primeros radares autónomos fueron el punto de partida para la creación de un sistema de radares fijos que la DGT desplegó en 2005. Eran un total de 37 cinemómetros instalados en pórticos y cabinas visibles en el lateral de la calzada. No tardaron en demostrar su eficacia: los primeros datos de Tráfico señalaban que en solo 30 días habían captado casi 110.000 vehículos sobrepasando los límites de velocidad.
Los hubo que incluso captaron velocidades superiores a los 200 km/h, lo que hizo que el Ministerio Fiscal empezara a hablar de la posibilidad de convertir ciertos excesos en delito...
2008-2010. En carreteras secundarias y radares de tramo
El éxito de los radares animó al entonces ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, a ampliar su radio de acción. Con motivo de la operación salida del verano de 2008 anunció el uso de 82 medidores de velocidad que rotarían en 190 ubicaciones distintas escogidas por comités provinciales. Los radares llegaban de este modo a las carreteras secundarias.
El siguiente paso se dio con los radares de tramo. Esta nueva tecnología, para muchos más fiable porque mide la velocidad en dos puntos de una misma carretera, se estrenó en Madrid. Tres años más tarde (2013), los radares alzaron el vuelo y empezaron a vigilar la velocidad desde el aire, montados en los helicópteros Pegasus de la DGT.

2025. Casi 1.200 radares vigilan las carreteras
Seis décadas han pasado desde aquél 1964 en que se habló por primera vez del uso de radares en España. Cuatro años menos desde que la Guardia Civil dejó de echar carreras con los conductores imprudentes.
Hoy, son un total de 763 puntos fijos de control de velocidad, de los que 90 son radares de tramo. Los cinemómetros fijos se instalan en pórticos y en los laterales de la calzada en cabinas y postes. Se suman a estos 430 radares móviles operados por los agentes de la Guardia Civil, la mayoría, en carreteras secundarias que son las que registran más accidentes y de mayor gravedad.
Las tecnologías más empleadas son los cinemómetros de tipo Dopler (funcionan por ondas electromagnéticas para medis distancias, direcciones...) y láser. Las ubicaciones, cada vez más variadas, incluyendo motos y furgonetas camufladas.
Su efectividad está fuera de toda duda. En 2004, justo antes de que empezarán a funcionar los radares fijos hubo en España 3.841 fallecidos en siniestros viales; en 2023, fueron 1.273, un tercio menos.
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